martes, 19 de marzo de 2013

Devolución


Atención ingresantes 2013: devolución de las evaluaciones de ingreso

Lxs coordinadorxs harán la devolución grupal a los ingresantes en:
TURNO TARDE: VIERNES 22/03 A LAS 16 HS
TURNO NOCHE: JUEVES 21/03 A LAS 19 HS
Preguntar en Bedelía por el aula.

lunes, 11 de marzo de 2013

Devolución de exámenes

En la semana estaremos subiendo al blog los datos necesarios (día/hora/aula) para encontrarnos y hacer la devolución de exámenes.

¡Paciencia!

Y ya que pasaron por acá... les dejamos un videíto para que vayan entrando en tema...



                       



¡Saludos! Profesoras/o del Curso de Ingreso 2013.

lunes, 4 de marzo de 2013

ÚLTIMA FECHA DE EXAMEN

Les recordamos que hoy 4 de marzo es la última fecha de examen para quienes no hayan podido rendir el viernes 1ro.

Horarios: 
Turno Tarde: 15 hs a 17
Turno noche: 18.30 hs a 20.30

(En la fotocopiadora del 6to piso pueden pedir una constancia de examen para presentar en el trabajo, si tuvieran que faltar). 



El examen constará de 4 puntos para desarrollar: 
1. Lectura de un texto literario, consignas de comprensión y análisis. 
2. Lectura de un texto teórico, consignas para aplicar la teoría al texto literario. 
3. Lectura de un texto crítico, consignas para relacionar este con el texto literario. 
4. Producción de escritura: a partir de lo trabajado en los puntos 1, 2 y 3, elaborar un breve texto de análisis del texto literario. 

EL EXAMEN ES DE CARÁCTER OBLIGATORIO PERO NO ES ELIMINATORIO.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Examen

El examen DE CARÁCTER OBLIGATORIO se rinde el viernes 1/03

Horarios: 
Turno Tarde: 15 hs
Turno noche: 18.30 hs

(En la fotocopiadora del 6to piso pueden pedir una constancia de examen para presentar en el trabajo, si tuvieran que faltar). 



El examen constará de 4 puntos para desarrollar: 

1. Lectura de un texto literario, consignas de comprensión y análisis. 
2. Lectura de un texto teórico, consignas para aplicar la teoría al texto literario. 
3. Lectura de un texto crítico, consignas para relacionar este con el texto literario. 
4. Producción de escritura: a partir de lo trabajado en los puntos 1, 2 y 3, elaborar un breve texto de análisis del texto literario. 

Recomendamos revisar y releer el cuadernillo "Ni que decirlo", material del Curso para Ingresantes. 


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Quien no pueda asistir el 1º de marzo, puede rendir el examen el lunes 4 de marzo (MISMO HORARIO). Esta fecha se abre exclusivamente para quienes por razones de fuerza mayor (trabajo, enfermedad, casamiento, etc) no pudieron asistir al examen formal. Se pide justificativo. 

Taller de poesía - Turno Tarde


Se repartió un corpus de poemas de diferentes autores, aunque sin especificar su autoría, en grupos. La propuesta de las coordinadoras fue que cada grupo los leyera y fuera definiendo entre todos/as, cuáles consideraban poesías, cuáles no, y por qué.

¿Qué elementos "poéticos" fueron encontrando en los textos?

- "La rima"
- "La estructura"
- "Metáforas".
- "Hablan de sentimientos".

El primer poema que exigió ser comentado fue el de Alejandra Pizarnik...

Explicar con palabras de este mundo, 
que partió de mí un barco llevándome. 

...que suscitó debates.
Primero: "No sabemos qué es... ¿un poema? ¿un microrrelato?", "parece un fragmento de un texto más amplio", "tiene un sentido y una forma raros". "No puede ser poesía con dos versos" sentenciaron algunos... Pero "los haikus tienen tres versos", retrucaron.
Allá, por el fondo, se animaron a darle una lectura al poema: "habla del muerte, enfrenta 'este mundo' con otro."

El poema de Vallejo, "mal escrito" y "con faltas ortográficas", tuvo dos lecturas muy diferentes. Por un lado parece un poema "antiguo", pero también "propone una provocación con el lenguaje, es muy moderno".

Neruda es más conciliador: "Es un soneto, porque tiene 2 cuartetos y 2 tercetos. Es un molde, está establecido así".

Finalmente, un poema de "metáfora muy cercana" despertó una duda: "¿Las canciones son poesías? Porque esta parece de Calamaro". Pues no... era un poema de Silvio Soldán, nomás (recordemos que el corpus no contaba con los nombres de los/as autores/as).

A continuación, las coordinadoras leyeron algunas artes poéticas (es decir: "poesía que habla sobre la poesía, la concepción del autor sobre la poesía") de Huidobro, Gelman, Celaya, Borges y Rubén Darío.

¿Qué concepciones de poesía encontramos en estos autores?

- "Según Huidobro, la poesía es poder", y "la poesía es el género que más verdadero es, qué más dice la verdad".
- "Según Gelman, la poesía es como un dios, lo posee. La poesía es algo social". Para Gelman y Celaya "la poesía es una herramienta".
- "Muchos de estos autores coinciden: no parar de decir ni de hacer poesía jamás".
- "Rubén Darío busca un estilo, una forma, al contrario de Gelman" "Como Borges".

Para cerrar con el taller, las coordinadoras repartieron azarosamente algunos textos cotidianos (recetas, horóscopos, prospectos, publicidades). La consigna: convertir ese texto en poesía (pueden agregar palabras, construir recursos, hacer rimas...)

Algunos geniales textos fueron:



El diario de veintidós que triste noticia dejó
Fúnebres se vistieron los patitos
y Daniel Scioli lloró
lloró junto Karina
por la muerte de su amigó

¡Qué triste en tinta queda tu nombre!
¡Qué rápido llega el fin!

Y debajo de tu recordatorio 
me incitan a seguir
nuevas tendencias 
de diseño en el diario Clarín

¡Ay Jorge, Jorgito, porque tuviste que sucumbir,
voces de muerte sonaron por Villa San Martín!






Seducción en tu mirada.



Ciego de espanto, ¡Callo!,

incapaz de ver a la hija del crepúsculo.
Apenas se sueñan tus ojos,
¡Verdes!

Son ventanas a tu alma,
capaces de arrastrarme aunque no quiera,
tus manos al tocarme figuran,
tu esencia.

Comienzo ahora a escuchar la brisa de tu aliento,
que al compás de tus pestañas
dibujan el ahogo de mis lágrimas,
que te representan.

¿Por qué tanto dolor acunas
en estas tristes hojas?
-Sedúceme simplemente con la mirada
de tu espíritu.-

Ola de ojos
que todo lo tiene
sálvame de esta ceguera
¡Déjame ver!





Fúnebres.



En tinta, la muerte es plácida,


Flota sobre la página color nube

Luis, Alberto, Jorge, Isidoro, Horacio

No los conozco, los nombres resaltan contra el blanco papel.

Leo que sus familias los extrañaran eternamente.

Por un rato soy viuda, huérfana, desconsolada familia,

Y la sociedad de anatomía.

Solo hasta que giro la página,

Y sus recuerdos descansan en paz.



Finalmente, las coordinadoras pidieron una devolución: elegir un verso de alguna poesía leída que describiera el encuentro del día, ¡y justificar!

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Después del recreo, seguimos con información sobre el examen...
Y cerramos el curso nomás... con aplausos y palabras, que por suerte, no cerraban nada: se abrían paso y abrían pasos nuevos a la carrera...

Un gustazo, ¡y hasta pronto!

Encuentro nº 8 -Turno Tarde-


Taller de géneros discursivos

Nuestro encuentro nº 8 a la tarde arrancó de la mano de las ayudantes María, Eugenia, Elina y Carla. El tema para trabajar, leer y escribir fueron los géneros discursivos y literarios.

En grupos, los/as ingresantes leyeron y escucharon el cuento de Fontanarrosa “Viejo con árbol”…



¿Cómo se genera el humor en el cuento?

“Hay una comparación entre fútbol y arte”
“En la cancha no se habla de esa manera”
“el Soda no esperaba que el viejo supiera tanto de arte… y después el quiebre con la puteada”

¿Qué son los géneros (discursivos)?
“¿métodos?”
“¿formas?”
“¿una clasificación?”

M. Bajtín en El problema de los géneros discursivos define a los géneros como “enunciados que se vuelven estables”. La crítica del arte, una carta, un discurso… son enunciados con una forma, un contexto, un propósito estables.



La propuesta de las coordinadoras es que relaten/escriban el gol de Maradona, pero a partir de otro género, es decir, respondiendo a otra forma y propósito:
¿Cómo sería el gol de Maradona si fuera…?
-         Una receta de cocina
-         Una publicidad
-         Un discurso político

Los/as talleristas en grupos pusieron manos a la obra… y los resultados fueron impresionantes…

(Algunas) Grandes frases para el recuerdo:

- “¿Hace cuánto ya no le ve la cara a Dios? La mano de Dios, ¡lo que usted necesita!”

- “Condimento infaltable: Maradona”, que convierte “un gol que quedará para chuparse los dedos”

- Un ingrediente importante: “siete ingleses congelados”.

- “Tomá Powerjuice si querés ser un barrilete cósmico”



"... Queres volverte a emocionar escuchando el gol de Maradona, a Victor Hugo relatando con pasión, queres que se te vuelvan a caer las lagrimas, 
volver a cantar con fervor? ¿Queres volver a sentir los colores de la bandera argentina, y recordar como humillamos a Inglaterra? 
Baja el relato de Víctor Hugo a tu celular... TATATATATA GOOOOOOOOL!!! Manda Diegol al 2230! Si no lo tenes, sos un ingles!..."

(¡envíen sus textos, así los subimos!)


Luego, leímos en el cuadernillo, el “Manifiesto de AXE”, y empezamos a pensar algunas características del género Manifiesto.

-         apela a un cambio
-         rompe con un estado
-         uso de imperativos
-         genera empatía/identificación
-         “comienza cuestionando a… a no sé a quién… a Nadie”

Hablamos sobre cómo la publicidad de vale de otros géneros discursivos para vender (y recordamos algunas propagandas…)

Finalmente, las coordinadoras proponen una devolución del taller por parte de los talleristas en forma de receta (ya que estamos en tema…)

Un recreíto y seguimos con el encuentro. Hoy: Manifiesto.

En la segunda parte del encuentro trabajamos con el género manifiesto. Leemos el manifiesto de Nicanor Parra :
"oposición a los poetas de elite","popular-académico ", "jóvenes-mayores", "denuncia", "compromiso","en contra del ornamento","crítica estética", "la poesía gusta por épocas","la idea del escritor como trabajador","esta atravesado por la idea política".
¿Qué recursos utiliza el autor?" El uso de la primera persona del plural"," la contradicción ellos-nosotros","elabora una declaración de principios","anáforas (reiteración de la primera parte del verso)".  
Luego les propusimos que realizaran una lectura grupal de El manifiesto de Mangone y Warley. Retomamos el manifiesto de Parra  a partir de la lectura teórica:

"hay ejemplos de contraposición","no hay elementos programáticos","hay destinatarios, sus pares, no la elite", "la oposición es un buen recurso para convencer al otro".
Lectura del manifiesto: manifiesto político en contra de los días que no te veo de Humberto constantini.
"personifica a los días", "el destinatario es ella", "el contradestinatario son los días", "la idea de combate", "aparece el nosotros", "palabras que se relacionan con el combate","contrapone amor y combate".
Consigna de lectura: escribir un manifiesto en grupo.

Uno de ellos fue: 


Breve manifiesto contra El Miedo.

 Nosotros, los que siempre pensamos en avanzar, hoy nos declaramos en contra del Imperio del Miedo. Este sentimiento tirano que congela los impulsos y los sueños. Que nos paraliza ante las decisiones que hay que resolver desde el corazón. Que nos debilita, muchas veces hasta las lágrimas y que nos obliga a escondernos en las profundidades de nosotros mismos.
   Para enfrentar la vida cotidiana con alegría, con libertad con creatividad y afianzando nuestros proyectos, paso a paso, sin que nos afecte esa fuerza demoledora.
  Queremos que las nuevas generaciones crezcan sin verse frenadas por este síndrome, y con pequeñas pero eficientes dosis de valentía estamos librándonos de él.


Hasta el próximo encuentro!

lunes, 25 de febrero de 2013

Guillermo Martínez - Cuento prometido

Como lo prometido es deuda y no somos morosos incobrables acá incluimos el cuento de Guillermo Martínez que completa la historia de la francesa.


LA TIMIDEZ INVENCIBLE DEL PROFESOR PIPKIN

 El profesor Pipkin, Arnoldo Pipkin, el autor de aquel librito de gramática que se usaba en los colegios secundarios hasta que apareció el Ríos-Molina actualizado, espera en medio del andén vacío, en la estación de Puente Viejo. Está quieto, de pie, como si el hecho de permanecer parado pudiese lograr de algún
modo que alguien viniera a buscarlo.
 Cierto Círculo de Educadores Sarmientinos lo ha invitado para que diserte sobre sus años de docencia, y cada tanto, cuando el profesor siente la mirada curiosa del jefe de estación, saca del bolsillo la carta que le enviaron y relee el último párrafo, para convencerse otra vez de que no se equivocó de fecha.
 Toda la noche duró el viaje pero el profesor Pipkin apenas pudo dormir. En su insomnio, imaginó un recibimiento en el que firmaba autógrafos y escribía dedicatorias de su libro y respondía tal vez a un reportaje para el diario local con esas frases redondas que guarda desde hace años por temor a las burlas de su alumnos y a la risa de su mujer; y aunque el profesor odie recordarlo, aunque le parezca mezquino estar recordándolo, acaba de recordar también el sueldo íntegro que gastó en el traje nuevo.
 Al mediodía, por fin, el profesor se convence de que nadie vendrá por él y decide buscar un hotel donde descansar unas horas antes de la conferencia. El jefe de estación le aconseja el Residencial Astoria, a dos cuadras de allí. Al jefe de estación le parece recordar que existe, en efecto, un círculo de educadore
en Puente Viejo. La dirección donde se ofrecerá la conferencia, que también figura en la carta, parece igualmente correcta: es la sede de la Biblioteca Alberdi en realidad la única biblioteca del pueblo, que tampoco está muy lejos. El profesor le agradece con una efusividad en la que hay mucho de alivio y sale a la calle principal, la avenida San Martín.
 Apenas empieza a caminar, el profesor Pipkin advierte qué desconcertantes pueden sonar aquí los nombres de las mismas calles: acaba de cruzar la intersección sorprendente de San Martín y Pellegrini, y 9 de Julio, la del hotel, resulta una miserable callecita de casas bajas. El Residencial Astoria sobresale en una esquina. Tiene cuatro pisos y parece un edificio excesivo para lo que es el pueblo pero el profesor recuerda que durante el verano, según le han dicho, Puente Viejo se convierte casi en una ciudad por su balneario. Entra por una pesada puerta giratoria. Apenas lo ve, el conserje deja a un lado el diario que estaba leyendo y
se incorpora para atenderlo. El profesor Pipkin mira en torno; ve el lustroso piso de parquet y la escalera alfombrada y se pregunta si no le saldrá aquello demasiado caro, si no hubiera sido preferible permanecer hasta la noche en el bar de la estación. Pero ya es tarde: el conserje está de pie, sonriente, con el registro
abierto, y acaba de preguntarle por segunda vez su nombre. El profesor recita con resignación sus datos.  
-Tercer piso -dice el conserje extendiéndole una llave-. No se va a perder.
 En el primer rellano desaparece el alfombrado de los escalones y de la largas filas de puertas enfrentadas un olor a encierro empieza a impregnarlo todo. El cuarto que le han dado es pequeño y ruin, lo que tranquiliza bastante al profesor. Hay una cama vagamente lasciva y al costado de la cama un ropero, con un espejo rajado en la puerta. El profesor abre la valija de inmediato para colgar su traje nuevo, que ha traído cuidadosamente doblado. Entonces, al acercarse a espejo, por un momento no se reconoce. Aquella barba, aquella barba desprolija barba de un día, barba de pordiosero... Cómo, cómo presentarse así ante el público...
 El profesor revisa la valija frenéticamente, pero es inútil, ya lo imaginaba él: su mujer no ha puesto la afeitadora. Las mujeres nunca se acuerdan de la afeitadora, piensa el profesor Pipkin con furia, como si de pronto su vida estuviese llena de viajes y mujeres olvidadizas. Se sienta en la cama y se mira de nuevo en el espejo, restregándose el mentón: no puede presentarse así a la conferencia Consulta la hora. Es la una y cuarto. Ya estarán cerradas todas las peluquerías No tendrá más remedio que esperar hasta después de la siesta.

 A las tres de la tarde el profesor Pipkin decide bajar. En todo caso, piensa podrá recorrer el pueblo si todavía es muy temprano. El conserje está dormido en su silla. El profesor deja sin hacer ruido la llave sobre el escritorio. No se anima a despertarlo; supone que alguien, afuera, sabrá indicarle dónde encontra
una peluquería.
 El profesor Pipkin camina por la calle del hotel, que está desierta. Hace calor, pero no se decide a quitarse el saco: teme que en su camisa haya manchas de transpiración. Ve unos pocos negocios, todos con las persianas bajas. Camina dos cuadras más, pero advierte que no mucho más allá se acaba el pueblo. Decide doblar entonces en la primera calle lateral: Alvarado. Alvarado, trata de recordar debe ser un prócer local; y se siente ligeramente aventurero al desviarse por esa calle de nombre desconocido.
 La calle Alvarado, sin embargo, le parece pronto tan muerta como las anteriores. Pero por lo menos hay sombra, piensa. Escucha unas voces, atrás de un Cit r o ë n ,   e n   l a   c u a d r a   s i g u i e n t e .   E l   p r o fesor cruza la calle y ve a dos muchacho apoyados en el capot del coche. Hay también una chica, que está sentada en el cordón de la vereda, mostrando bastante de sus piernas. Los tres están fumando
y la muchacha, además, masca un chicle. Tienen, calcula el profesor, la edad de sus alumnos. Se acerca a ellos con un poco de temor: las estudiantinas y cierta inscripciones en el baño del colegio le han enseñado a temer a sus alumnos. Esto por supuesto, no lo dirá en la conferencia, pero en el fondo siempre ha sido así; é
les teme y ellos lo saben.  Los tres se han callado al verlo acercarse. El profesor pregunta por una peluquería y nota con disgusto que su voz sonó balbuceante.
 -¿Una peluquería? -el que habla parece el mayor del grupo. Da una pitada al cigarrillo y empieza a sonreírse-. Hay una muy cerca de aquí -le dice.
 -No, Aníbal -grita la chica desde el suelo.
 -Vos calláte -dice Aníbal-. Por esta misma calle -indica-, una cuadra y media más adelante. De la vereda de enfrente: tóquele timbre.
 El profesor duda y mira de nuevo a la chica, que masca concienzudamente su chicle, como si hubiera decidido desentenderse del asunto.
 -Una cuadra y media, ¿entendió? -escucha que repite el otro.
 Apenas se da vuelta, antes de llegar a la esquina, el profesor escucha la risa de los dos muchachos, y un instante después una carcajada chillona, como si la chica, a pesar suyo, no pudiera evitar reírse también de algo muy gracioso. El profesor Pipkin enrojece bruscamente. De todas las cosas que el profesor no ent i e n d e   d e l  m u n d o ,   e s t e   r u b o r ,   q u e   l e  ha impedido desde siempre enfrentar lo ojos de las mujeres hermosas o decir una sola mentira, es para él quizá la más incomprensible. Durante mucho tiempo pensó que habría una edad (primero supuso los veinticinco, después los cuarenta), a partir de la cual a nadie, y tampoco a él le sería posible ruborizarse. Luego se fue dando cuenta de que nunca se libraría de esas oleadas calientes, bien conocidas, que de tanto en tanto le suben a la cara.  Y ni siquiera me están mirando, piensa el profesor mientras cruza la calle con la cara todavía roja.
 La peluquería parece más bien una casa en ruinas. La persiana, a medio bajar, está carcomida por el óxido y en las paredes descascaradas asoma la dentadura de los ladrillos. De la puerta cuelga un cartel de Glostora, que el profesor creía definitivamente desaparecido. Abierto ,   d i c e ,   p e r o   l a   p u e r t a   n o   c e d e .   El profesor Pipkin toca el timbre y apoya una mano sobre el vidrio para mirar el interior, que está en penumbras. Ve un gran salón polvoriento, con pisos de madera y en un costado un sillón de peluquero antiguo, con arabescos dorados, del que se incorpora un viejo en musculosa.
 El viejo abre la puerta y lo mira con fijeza.
 -Es... para afeitarme nada más -dice el profesor Pipkin sintiéndose algo
culpable. El viejo lo sigue mirando, sin decir nada. Se alisa lentamente con la mano
e l   p o c o   p e l o   q u e   l e   q u e d a   y   c a m i n a   d e   n u e v o   h a c i a   a d e n t r o ,   d e j a n d o   l a   p u e r t a abierta. El profesor lo sigue; cierra la puerta y se queda parado allí, en la penumbra del cuarto, vacilante.
 El viejo no levanta la persiana: va hacia el fondo y enciende una lamparita que ilumina a duras penas el sillón y el espejo. Desde allí le indica al profesor con un gesto que se siente, mientras descuelga del perchero una camisa blanca. Eprofesor obedece y mira por el espejo cómo el peluquero empieza a abotonarse
A sus pies hay un revistero, con algunas revistas amarillentas. El profesor se inclina y alza una distraídamente: es una Semana Gráfica de casi treinta años atrás. Sangre atrasada, piensa. Nunca le gustaron las revistas sensacionalistas. Vuelve a dejarla en el revistero y saca otra. Al ver la tapa a la luz, recuerda sin
saber por qué el grito de la chica en la vereda. Es el mismo número, es la misma revista. Se inclina de nuevo y revisa rápidamente el revistero: son todos ejemplares repetidos de la misma Semana Gráfica, de octubre del 57.
 El peluquero se acerca a sus espaldas; mientras despliega la pechera y se la ajusta al cuello, el profesor Pipkin se decide a abrir la revista. Las hojas están endurecidas y algo pegadas por la humedad. El peluquero remueve trabajosamente con la brocha el pote de crema de afeitar. La primera nota es una entrevista a
todo color a un galán de cine que encontró el amor de su vida. El profesor Pipkin ni siquiera recuerda su nombre. Hay varias fotos de la pareja, a la salida de la iglesia, exhibiendo adecuadamente su felicidad. El profesor piensa en su propio casamiento: por lo menos él ya sabía entonces que no había encontrado al amor de su vida.
  L a   n o t a   s i g u i e n t e   e s   s o b r e   e l   i n c e n d i o   p a v o r o s o   d e   u n   s a l ó n   d e   b a i l e .   El profesor se apresura a dar vuelta la hoja para no mirar los primeros planos de los cuerpos quemados. Entonces ve a la mujer .   L a   f o t o   o c u p a   c a s i   m e d i a   p á g i n a
HORRENDO, dice arriba en grandes letras, DEGÜELLO "A LA NAVAJA". Pero en la foto la mujer está viva. No es solamente una mujer hermosa. Hay algo más, algo en los ojos, o en la manera de posar, algo violentamente sexual que se abre paso a pesar del peinado fuera de moda, reclamando todavía todas las miradas.
 -Le gusta, ¿eh? -escucha el profesor, sobresaltado. El peluquero está de
nuevo detrás de él, con la brocha en alto-. A todos les gustaba.
 Le alza levemente la cara y con unos pocos trazos hábiles se la cubre por completo de espuma. El profesor contempla en el espejo su aspecto un tanto ridículo de Papá Noel y vuelve a mirar la foto, sin poder evitarlo. Él nunca tuvo, nunca tendrá, una mujer así.
 Hay otra foto, en la página de al lado: un muchacho de pelo largo, muy joven, con un vendaje en la cara.
 El peluquero elige una navaja de su bolsillo.
 -Usted no es de acá, ¿no es cierto? -dice, y golpea con la navaja la foto de
muchacho-; tampoco era de acá él: se quedó por ella. -Habla de una manera ausente, como para sí; las palabras quedan en suspenso.
 -Se creían que no me daba cuenta -dice con un remoto orgullo, mientra
afila la navaja. El profesor escucha el rítmico chasquido de la hoja. Debería irme piensa, y mira por el espejo, con una fijeza implorante, el filo que se apronta sobre su mejilla. La navaja empieza a crepitar suavemente, llevándose pelos y espuma. El profesor ve aparecer un poco de su cara de siempre, su cara lisa, algo colorada, y recuerda por un momento el traje nuevo colgado en el ropero del hotel, la conferencia de la noche.
 -Quince años me dieron -dice el peluquero y limpia la hoja con cuidado-. Él se me escapó por poco, solamente un tajo en la cara... -Parece perdido en una ensoñación-. Pero va a volver -dice con fijeza y se sonríe un poco-. Yo sé que va a volver.
 El profesor Pipkin ya no lo escucha. Piensa en una marca que tiene en la mejilla, de un estúpido resbalón en la bañera. Es una marca muy pequeña, no es ni siquiera una verdadera cicatriz. Pero se verá cuando la hoja prosiga en la otra mitad de la cara. Me levanto, pago y me voy, piensa. El peluquero vuelve a afilar la
navaja. El profesor mira de nuevo en el espejo las dos mitades de su cara. Piensa en la mujer de la foto, en su vida en la que sólo tuvo resbalones en la bañera, en una muerte a doble página capaz de arreglarlo todo, pero sabe que no, que no es por eso que se queda. Sabe que si se queda es porque en ese pueblo donde nadie lo conoce, él no se animará a salir a la calle así, con la cara a medio afeitar.